lunes, 9 de mayo de 2011

Segunda Parte

2

Hipólito iba a la facultad menospreciando a sus profesores y compañeros, pero no tenía muchas opciones, debía seguir estudiando, esa era una de las condiciones. En su capa de aislamiento se sentía cómodo, y más cuando era observado a la distancia, con recelo, se entretenía en los ratos libres imaginándose lo que dirían de él. Incluso hubo una chica que le declaró su amor, y él tuvo por fin la prueba que buscaba, y la pasó como un héroe, desdeñando a la pobre ilusa.

Fue un largo entrenamiento el aprender a controlar sus impulsos por las mujeres, estuvo al menos tres años en el proceso de inmunizarse contra ese género despreciable. Pero aún hoy, mirando la obra de teatro, se detenía a pensar en el personaje, el personaje de esa obra lograba esquivar a las mujeres encadenándose a una mujer prohibida, entonces su amor era casto. Pero Hipólito se preguntaba si en realidad no era esa una forma de sublimación, en el sentido que utilizaba el amor casto para enterrar sus pasiones, de la misma forma que él mismo se encerraba en su mutismo y su pinta de raro para evitar cualquier pasión por parte de las mujeres que lo llevara a despertar sus pasiones bien escondidas.

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Teseo fue a consultar al oráculo por las tormentas que asolaban el puerto, las noches se le hacían interminables por las terribles pesadillas de las que era víctima, y había algo muy real en ellas, algo que lo hacía despertar con sudor frío. Reunió valor y encaró para el bosque. No era lo mismo que ir a Delfos, pero Delfos quedaba en otra parte, en su antigua tierra. Le pidió compañía a Piritoo para ir al oráculo. Cuando llegaron un viejo de larga cabellera los estaba esperando. Les ofreció vino, que ambos rechazaron pero el gesto les dio confianza en ese ser que no era tan extraño a las costumbres griegas. El viejo, que dijo olvidar su nombre, les profetizó que había una energía que impedía que Teseo emprendiera la marcha, y que él nada podía hacer para apaciguar las tempestades, pero que podía darle un brebaje para que tuviera un buen descanso libre de pesadillas, Teseo enfurecido sacó la espada y Piritoo tuvo que contenerlo, finalmente se fueron cabizbajos y meditabundos.

Jean-Pierre entrenaba todas las mañanas en el patio de la taberna, con el torso desnudo, y desafiando con espadas de madera a todo aquel que se atreviera, las mujeres veían desde el mural pues tenían vetada la entrada al establecimiento. En momentos luchaban dos o tres personas juntas contra él pero siempre salían perdiendo, Fedric era un muchacho imberbe que siempre lo miraba pero nunca participaba de las ficticias batallas. Pasados los días se volvió un elemento más del decorado.

Frederique (que luego de su caída y de su cambio de sexo se autodenominó Fedric) estaba obnubilada por ese extraño hombre que combatía con tanto vigor. Y pasaba las noches inquiriéndose cómo entrar en contacto con él sin que descubriera su femenina esencia. Finalmente urdió un plan que suponía que iba a dar éxito, hizo una pócima que le había enseñado a hacer una sabia mujer, cuando aún era reina y no simple plebeya, y sobornó al tabernero para que se la ponga en una bebida al hombre. Al día siguiente, después de su práctica matutina le habló, con su voz femenina, y le dijo que quería aprender a pelear, que era el hijo bastardo de una familia noble y que fue despreciado por bastardo y porque nunca adquirió barba ni voz de hombre. De alguna forma (el destino, algún hado fatal) Jean-Pierre se compadeció de este muchacho, y decidió darle instrucciones. Algo había en sus ojos que le impedía ver la verdad, no sabía que había sido hechizado mucho antes incluso de haber bebido el fatal brebaje.

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Marcela empezó a leer con avidez los libros que sacaba de la biblioteca, y algunos personajes le fascinaban, particularmente los de las femme fatale esas mujeres desapasionadas que hacían que hombres cometieran asesinatos por la promesa de algún día estar con ellos. A diferencia de ella misma, esas mujeres eran decididas, desapasionadas, fuertes, imponentes. Mientras que ella siempre fue casi desapercibida, su hermana mayor se llevaba todos los méritos de absolutamente todo, no había nada que su hermana no hiciera y descollara en eso, lo cual llevó a que los padres siempre le dijeran lo defraudados que estaban “porque no podes ser como tu hermana” le decían, y eso a su vez llevaba a que se rebelara y así sucesivamente. Tenía que cambiar, dejar de ser lo buena que era, empezar a ser ella misma una femme fatale, lo principal: la actitud. Debía dejar de ser como era, para abrazar la confianza, pero cómo podría llegar a ser eso que no era.

Un día caminando por los pasillos de su facultad encontró un papel “grupo de teatro” siempre vio esos carteles pegados pero casi nunca había nada interesante, de cualquier manera en esos momentos era exactamente lo que necesitaba un lugar donde le enseñaran a no-ser ella. A ser alguien más. Con práctica y tiempo ella podría adoptar la figura que quería para sí.

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